28 de febrero de 2012

Enumeraciones y Conjunciones Diarias

Hay días...

... en los que todo parece salirte al revés. Ni una nota, ni un trazo. Nada parece afinado, ni lo suficientemente artistico cuando tratas de escribir sobre el pentagrama del día a día que se empeña en no mantener el paralelismo entre sus líneas.

Hay días...

... en el que todo te duele. Y soplas y resoplas; y bufas y rebufas. Rebuznas, incluso. Y las agujetas pasadas, presentes y futuras te dan mucha pereza aún cuando estas en reposo y todo te parece costar el doble. Y te pesa la incompetencia. La de los demás y la tuya propia. Porque cuanto más duro se es con los demás, más duro te eres a ti mismo.

Hay días...

... en los que te pesan la profesión. Y la ocupación. Y el desplazamiento forzado. Y los juegos de intereses. Y el politiqueo ridículo. Y la sumisión egoísta e interesada. Y la poca vergüenza. Y el desgaste por goteo. Y la entretejida maraña de hilo de gato que a lo largo de los años se va complicando poco a poco para terminar conformando una telaraña que atrapa para ir desgastando hasta que finalmente las fuerzas se desvanecen.

Hay días...

... en los que te ofuscas tratando de abrir puertas, literalmente, mientras te ahogas en un vaso de agua. Te avergüenzas del pataleo, constante, egoista, sucio y ombligista que no es mas que una triste aproximación dadaísta e hipócrita. Y todo te parece incompleto, decadente.

Sí, hay días...

... en los que dejas de creer que no hay crisis a los 30 sino 30 crisis que han de ir superandose. Y te olvidas de lo que eres, de dónde estás y de cómo has llegado para descubrirte, una vez más, a ti mismo. Un descubrimiento en lo cotidiano, en lo pequeño y al que sólo se llega pensando, reflexionando, leyendo los puntos nacidos de nimios detalles que te representan en conjunto. El uno para todos sin el uno, porque no existe tal sino es con todo.

Y ahí, sólo ahí. En el puro borde de la esquizofrenia cultural, en la más pura y absurda levedad del ser es donde te descubres perfectamente rodeado de múltiples quilates de tamaño infinitésimal esculpidos en forma del calor del sol de invierno por la mañana, del café de la mañana (o dos) preparado sin escatimar en generosidad, de la risa abierta y sin prejuicios, de la crítica apasionada, de la paciencia urgente de las prisas, de la desinteresada ayuda fuera del horario de oficina, de la sonrisa y el humo del cigarro de las cosas bien hechas, de la tranquilidad de la ducha caliente y de la joven alegría de las sorpresas inesperadas.

Sí, ahí es donde mejor te mueves. Porque no te engañes. Nunca serás la cara ni la firma de grandes hazañas sino el inadvertido trilero de los pequeños detalles: aquel que bebe y vive en los mismos y juega a mostrartelos para hacerlos desaparecer en el siguiente suspiro.

2 comentarios:

  1. Creo que te acabas de convertir en mi héroe particular describiendo emociones. Es tan fácil identificarse aunque lo hayas escrito desde tus vivencias...
    Muchas gracias (y a Íñigo por enlazarlo)

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  2. Hay veces que sale asi de facil cuando te pones a ello... no es muy a menudo, como se puede comprobar por la frecuencia en que publico, pero a veces sucede.

    Gracias a ti por leer! Y me apunto tu blog!

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