20 de julio de 2014

Lágrimas de unos y ceros

La impotencia te duele mientras admiras esa pequeña ventana en que el mundo se convierte a veces. - Un click - Un patio de vecinos que se abraza mutuamente entre unos y ceros de empatía. No sabes por qué pero la pantalla te hipnotiza, es lo mínimo que puedes hacer cuando te sientes un inútil en tu sofá. - Un share - Somos esa élite privilegiada que puede hacer el avestruz (como bien ha dicho hoy una buena amiga) y así tomar el aire necesario para no ahogarse en la estrecha habitación en que a veces el humanitarismo se convierte. - Una lágrima -

Te das cuenta de la rabia colectiva que fluye en forma de mensajes, contra-información (si lo comparas, sobre todo, con lo que llega al ciudadano medio). - Un click - Te sorprendes al ver a ciertas personas compartiendo ciertos contenidos. No te da la vida para leer todo lo que quisieras. Te escudas en la entelequia de llegar a romper esa droga somnolienta que se llama cotidianidad con algún críptico mensaje envuelto en 140 caracteres de mierda. - Un share - Te duele y te asquea la impunidad y quisieras estar a cientos de kilómetros más al sur, donde quizá pudieras ser algo más útil, aunque solo fuera en forma de aliento en pequeñas dosis de mensajes y llamadas. - Una lágrima -

Un click - Y Shayaía comienza a tornarse un símbolo de esos que unos pocos conocen. Un triste epitafio matemático. Un nombre de muchos nombres en una siniestra lista.

Un share - Y te preguntas cómo puedes condensar en una frase una reflexión que una Gaza con Sabra y Chatila y algo de derecho humanitario. Una frase para tu familia, para esa gente que ves en los conciertos, no para aquellos que han compartido esto o algo parecido antes que tú. Una frase sencillamente imposible.

Una lágrima - Y poco o nada que decir en uno de esos días que te sientes una especie de sucio burócrata. En que dudas que puedas aguantar más bombardeos reprimiéndote las ganas de volver. En que te sientes idiota por pensar, por creerte que estas escenas volverán a suceder cuando aún no han terminado las presentes.

Un click - que te lleva a Gaza, a Jerusalén, a las miradas perdidas en el reflejo de un botellín de Taybeh, a los silencios tristes de las noticias de móvil, a los espacios de encuentro más allá de los malditos informes, a las medias sonrisas y el mal cuerpo colectivo.

Un share - que trata de canalizar la entropía en sinergia. Que pretende romper barreras de idioma, culturales y fronterizas. Que representa las manifestaciones que no se organizan, las protestas que no se ven, la humanidad que no se transforma en política.

Una lágrima - que surge de la conciencia de un trastorno colectivo que no puede más con un sistema internacional disfuncional a los ojos de quienes están de y al lado de los que no interesan; de los que no representan un beneficio; de los que sacan los colores a la, hoy más que nunca, desgracia política; de los que enseñan vida y dignidad en cada gesto.

Un click, un share, una lágrima.
Un click, un share, una lágrima.
...
Y así hasta cuatrocientos clicks, cuatrocientos shares y más de dos mil lágrimas.

Pensando en Gaza. 20 de Julio de 2014.