Cuando la realidad te muestra la
dura corteza de tus miedos,
cuando miras la botella de ron
de reojo porque no tienes suficiente tabaco
ni sabes cómo hacer para dejar
de sentir
para dejar de estar conectado al
mundo
para dejar de ser tú mismo
durante unas horas
en esos momentos en que envidias
a esa gárgola
insensible, atemporal, sin
sentimientos,
que mira al horizonte sin
esperar nada más que el paso del tiempo
a que otra guerra, otro
bombardeo, otro brote iconoclasta
la destroce por fuera porque
nunca pudo ser tocada por dentro.
En esos momentos en que no te
sientes solo pero te sientes vacío,
sin nada que aportar a tu
alrededor
y se te escapa la existencia
convirtiéndose en el acantilado
que asoma al abismo.
Cruel abismo
eterno, silencioso
ausente y traicionero
que absorbe toda luz y horizonte
que refleja tus dudas,
inseguridades , imperfecciones y defectos
como un espejo de circo
y los agranda y magnifica
y hace que resuenen en lo más
hondo de ti
donde nadie llega
donde nadie puede escuchar.
Así, poco a poco, casi sin darte
cuenta
dejas de quererte un poquito más
te cuestionas, te odias a ti
mismo,
dudas y tiemblas más
y te cuesta ver más allá del
ocaso de tus sueños
porque tu sueño , el sueño,
murió ahogado entre tus manos
se te escurrió entre los dedos
y te quedaste mirando
atrapado entre interrogantes.
Otra muesca, otra promesa, otra
pena
otra vez más has caído en la
casilla de la muerte
en el juego de la oca de la
vida.
Y tienes suerte, asúmelo
porque tus problemas son una
puta mierda
son la parte diferencial e
infinitesimal de las letras minúsculas de la
palabra “problemas” para una
gran parte de este mundo.
El mundo de los sueños y los
deseos están llenos de esperanzas
que se han roto o que ni
siquiera llegaron a serlo.
Y es entonces cuando, además, te
sientes egoísta
¡Que bien! te dices… ¡que jodidamente
bien…!
¿Qué más te falta? Piensas.
No debes estar lejos de ser tu
peor yo, aunque claro
seguro que si te esfuerzas aún
te puedes superar.
Pero no, no eres así. “Aún no”,
te mientes.
El sol volverá a brillar en el
horizonte
pero ahora no te lo quieres
creer
porque sabes que todo el mundo
tiene derecho a una noche de autocompasión.
Esa odiosa tendencia que
debieras erradicar.
¡Qué gilipollas! Te increpas
¿qué te habías creído? Te
planteas
¡Mierda! Te lamentas
Eres un idiota cansado de darse
la razón desde el dolor
en lugar de aprender y luchar.
O quizá es el momento de asumir
que dejaste de aprender y luchar
porque estas cansado,
el momento de descubrir que era
una partida de ajedrez efímera
perdida antes de jugarla porque
ni siquiera tenías las piezas en su sitio,
el momento de valorar que es el
colofón de tus últimos fracasos
y que eres tú el que ha entrado
en bucle, sí, tú
y no ibas a ser capaz de darte
cuenta hasta que se te partiese el alma en pedazos
en otro cúmulo de despropósitos
esta vez, distintos, quizá
necesarios,
puede que inevitables.
Y jodidamente reales.
En parte, tampoco quieres que
este momento pase,
esto no es más que la
prolongación de tu llanto
que ha caído torpemente sobre
unos versos de mierda
que quisieran conformar trazos
con forma de lágrima
para que no se te olvide,
para que se te grave a fuego,
para que no dudes, ni un
instante,
de que fuiste capaz de volver a
querer.