28 de agosto de 2012

Trazos de lágrima


Cuando la realidad te muestra la dura corteza de tus miedos,
cuando miras la botella de ron de reojo porque no tienes suficiente tabaco
ni sabes cómo hacer para dejar de sentir
para dejar de estar conectado al mundo
para dejar de ser tú mismo durante unas horas
en esos momentos en que envidias a esa gárgola
insensible, atemporal, sin sentimientos,
que mira al horizonte sin esperar nada más que el paso del tiempo
a que otra guerra, otro bombardeo, otro brote iconoclasta
la destroce por fuera porque nunca pudo ser tocada por dentro.

En esos momentos en que no te sientes solo pero te sientes vacío,
sin nada que aportar a tu alrededor
y se te escapa la existencia
convirtiéndose en el acantilado que asoma al abismo.
Cruel abismo
eterno, silencioso
ausente y traicionero
que absorbe toda luz y horizonte
que refleja tus dudas, inseguridades , imperfecciones y defectos
como un espejo de circo
y los agranda y magnifica
y hace que resuenen en lo más hondo de ti
donde nadie llega
donde nadie puede escuchar.

Así, poco a poco, casi sin darte cuenta
dejas de quererte un poquito más
te cuestionas, te odias a ti mismo,
dudas y tiemblas más
y te cuesta ver más allá del ocaso de tus sueños
porque tu sueño , el sueño, murió ahogado entre tus manos
se te escurrió entre los dedos
y te quedaste mirando
atrapado entre interrogantes.

Otra muesca, otra promesa, otra pena
otra vez más has caído en la casilla de la muerte
en el juego de la oca de la vida.
Y tienes suerte, asúmelo
porque tus problemas son una puta mierda
son la parte diferencial e infinitesimal de las letras minúsculas de la
palabra “problemas” para una gran parte de este mundo.
El mundo de los sueños y los deseos están llenos de esperanzas
que se han roto o que ni siquiera llegaron a serlo.
Y es entonces cuando, además, te sientes egoísta
¡Que bien! te dices… ¡que jodidamente bien…!
¿Qué más te falta? Piensas.
No debes estar lejos de ser tu peor yo, aunque claro
seguro que si te esfuerzas aún te puedes superar.
Pero no, no eres así. “Aún no”, te mientes.
El sol volverá a brillar en el horizonte
pero ahora no te lo quieres creer
porque sabes que todo el mundo tiene derecho a una noche de autocompasión.
Esa odiosa tendencia que debieras erradicar.

¡Qué gilipollas! Te increpas
¿qué te habías creído? Te planteas
¡Mierda! Te lamentas
Eres un idiota cansado de darse la razón desde el dolor
en lugar de aprender y luchar.
O quizá es el momento de asumir
que dejaste de aprender y luchar porque estas cansado,
el momento de descubrir que era una partida de ajedrez efímera
perdida antes de jugarla porque ni siquiera tenías las piezas en su sitio,
el momento de valorar que es el colofón de tus últimos fracasos
y que eres tú el que ha entrado en bucle, sí, tú
y no ibas a ser capaz de darte cuenta hasta que se te partiese el alma en pedazos 
en otro cúmulo de despropósitos
esta vez, distintos, quizá necesarios,
puede que inevitables.
Y jodidamente reales.

En parte, tampoco quieres que este momento pase,
esto no es más que la prolongación de tu llanto
que ha caído torpemente sobre unos versos de mierda
que quisieran conformar trazos con forma de lágrima
para que no se te olvide,
para que se te grave a fuego,
para que no dudes, ni un instante,
de que fuiste capaz de volver a querer.


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